La finalidad de una rutina o estructura es garantizar un buen equilibrio entre actividad y descanso, entre estimulación física y mental, y entre actividades que permiten al niño desarrollarse como individuo y las que le enseñan aptitudes sociales y de convivencia con sus semejantes.
Cuando hablamos de hábitos y rutinas hablamos de automatización de conductas; los niños conTDAH tienen muchísima dificultad para automatizar conductas y esto tiene que ver con el retraso en el desarrollo del lenguaje interno.
El lenguaje interno es la guía interna que regula la conducta humana y que nos permite, entre otras cosas, poder realizar tareas complejas que requieren varios pasos. La automatización de conductas nos permite realizar dichas tareas con un alto grado de eficacia y un mínimo "desgaste". Cuando llevamos un tiempo realizando un mismo hábito o actividad cotidiana, llegamos a automatizarla por la repetición ordenada de esa cadena de conductas y ya no ocupa espacio en nuestra mente, de tal manera que mientras realizamos una actividad somos capaces de realizar otra de manera simultánea. Pero, ¿qué ocurriría si nos fallara la guía interna y cada vez que debiéramos hacer una actividad no nos acordáramos de lo que tenemos que hacer o el orden en el que hay que hacerlo?. En el caso de los niños hiperactivos el déficit en el funcionamiento ejecutivo del cerebro hace que las situaciones cotidianas que se les plantean todas las mañanas antes de ir al colegio o el participar de las tareas de la casa en familia, se conviertan en una situación altamente compleja. Es por ello que para facilitar rutinas, hábitos, organización, planificación, memoria y gestión del tiempo es importante "externalizar información", por medio de: carteles, tablón de anuncios, reloj, calendario, agenda, alarma, notas, etc.
El hábito en casa
La forma en que estructuramos el tiempo y el espacio es mucho más importante de lo que creemos. El hogar es el entorno más inmediato del niño y a través de las actividades que realiza en él, de los objetos que maneja y de las personas con las que convive el niño estructura su mente, empieza a tener nociones sobre el tiempo y sobre las cosas, ayudándole a tener un entorno estructurado y predecible.
El horario es imprescindible a la hora de educar. Cuando las actividades se repiten día tras día, el niño entiende que hay una secuencia lógica y aprende a anticipar qué actividad viene después y a prepararse para llevarla a cabo. Lo normal es que un niño que sabe lo que viene después no tenga demasiados problemas en cambiar de actividad. Sabe que después de cenar se irá a la cama y lo vive con naturalidad porque así ha sido desde que ha nacido. Por eso, cuando no existe un horario fijo y cada día se actúa de una manera diferente, los niños no poseen ese referente que les permite anticipar lo que viene después. En esos casos es normal que surja el conflicto, pues los niños dependen de la voluntad cambiante del adulto y no de una estructura clara a la que habituarse. No haber tenido un horario hasta el momento puede deberse a múltiples causas, pero eso no significa que no estemos a tiempo de intentarlo en la actualidad. Los niños, sobre todo si son pequeños, se adaptan fácilmente a los cambios, sobre todo si contribuyen a que se sientan mejor. Algo parecido sucede con el orden. Al niño, por ejemplo, le resulta mucho más fácil irse a dormir si lo hace siempre en el mismo sitio y con unas condiciones ambientales similares. Tener su cama, su mesa de estudio, etc., le ayudan a sentirse seguro. Si las rutinas son algo habitual en su vida, surgen menos dificultades. Pero si todo está tirado, si nunca encuentras nada, si pierdes cantidad de tiempo buscando las cosas..., te sentirás fatal y el niño se encontrará totalmente desconcertado. Con estos referentes es como si estuviéramos amueblando su mente, poniendo las estructuras básicas a partir de las cuales se puede sentir seguro e ir afrontando nuevas situaciones con confianza.
La importancia de las rutinas
Un buen comienzo para conseguir que nuestro hijo asuma responsabilidades y no proteste por todo es organizar el tiempo, es decir, hacer un horario que recoja cómo está organizada nuestra vida familiar. Este horario no puede ser común para todas las familias pues las circunstancias son muy diferentes como también lo son las preferencias. A lo largo del día deben quedar recogidos los tiempos para comer, para dormir, para estudiar y para asearse como hábitos básicos en el desarrollo del niño. Pero también son importantes otros tiempos dedicados al juego, a las relaciones con los demás, al deporte, etcétera. El tiempo se aprovecha más y mejor cuando uno está organizado. En ese horario también puede quedar recogido, siempre que sea posible, un reparto de responsabilidades. Mientras uno de los padres prepara la cena, el otro puede bañar al niño. Cuando tenemos varios hijos, podemos alternarnos con nuestra pareja para que cada uno se ocupe de un niño en los momentos de aseo o de ir a la cama. En estos casos es importante que se respeten las mismas rutinas y consignas. Si tu pareja permite que vuestro hijo mayor se enjabone la cabeza él solo, hazlo tú también de esta manera. El niño sabe que está con vosotros, pero que las cosas se hacen independientemente de si está con su padre o con su madre, y eso favorecerá enormemente la autonomía y la consolidación de cualquier norma.
Esta organización, costosa cuando nunca la hemos puesto en práctica, nos permite sentir que controlamos el tiempo, aunque estemos continuamente ocupados. Lo más probable es que ellos protesten menos con una buena organización y eso relaja a cualquiera. Algunas consideraciones sobre los horarios:
BIBLIOGRAFÍA
Martínez Martín, Mº.A. y col. Todo sobre el TDAH. Guía para la vida diaria. Editorial Altaria (2013).
Giménez,M. Los niños vienen sin manual de instrucciones. Editorial Aguilar (2006)
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