Uno de los mayores deseos de los padres con niños afectados de TDA-H es conocer bien a sus hijos, compartir con ellos sus preocupaciones, sus ilusiones, y lograr que se establezca una confianza mutua que facilite el diálogo. Una condición indispensable para que esto ocurra es que haya una buena comunicación y que se pueda hablar, discutir y opinar sobre cualquier tema.
La comunicación es el principal mecanismo de interacción para los seres humanos. A través de ella se conocen y negocian los espacios en la vida cotidiana, al igual que se entregan o vivencian las creencias, las costumbres y los estilos de vida propios de cada familia, comunidad o espacio social al que se pertenece. (V. Satir, 1991). Cuando un niño llega al mundo, la comunicación se presenta como el factor determinante en las relaciones que establecerá con los demás, y lo que sucederá con cada una de ellas a lo largo de su vida. En este sentido, la comunicación familiar será para el niño el primero y más importante espacio para el aprendizaje de estrategias de relación con su entorno. Además, las relaciones familiares positivas son al mismo tiempo una importante fuente de recursos psicosociales que facilitan, a su vez, procesos adaptativos en el niño y en el adolescente.
Para transmitir adecuadamente un mensaje debe haber además un código común al emisor y al receptor. El código puede ser verbal, si la comunicación se realiza a través de lo que decimos o escribimos o no verbal, si la comunicación se lleva a cabo mediante la expresión facial, gestos, actitudes, posturas corporales, tonos de voz y/o miradas, que producimos al relacionarnos con los otros.
La comunicación verbal que cada día (y en ocasiones cada noche) establecen los padres con sus hijos pone en evidencia una filosofía educativa, consciente o involuntaria, de la que se deriva toda una serie de consecuencias en el aprendizaje y la formación de la personalidad. Son los llamados estilos de comunicación que, aunque difíciles de encontrar en estado puro, dicen mucho acerca de la forma de relacionarse entre los distintos miembros de una misma familia.
Los estilos comunicativos
Los estilos de comunicación son el modo en que las personas nos intercambiamos información. El conjunto de elementos, verbales, gestuales y corporales que utilizamos, conforma un estilo específico de comunicación. Dentro de los estilos de comunicación, cabe destacar:
1.- El estilo pasivo o sumiso
Se caracteriza por una escasa o nula verbalización de lo que se piensa, de lo que se siente o de los comportamientos que nos molestan de los demás, evitando actuar por miedo a las consecuencias. Es común la utilización de estrategias poco claras e inseguras acompañadas de un lenguaje dubitativo, emitido con un volumen de voz extremadamente bajo, para abordar o resolver situaciones. La postura corporal asociada es tensa, retraída, y el espacio interpersonal desmesurado.
Es característico de aquellos padres que se muestran incapaces de hacer valer sus propuestas u opiniones ante sus hijos. Se sienten inseguros en su papel y deciden callarse, aguantar y ceder a la más mínima presión. Incluso a veces piensan que si imponen sus criterios pueden traumatizar al niño o llegar a ser rechazados ("no quiero ser la mala de la película y que después me odie"). Estos padres se sienten frustrados, ansiosos y con baja autoestima por no ser capaces de controlar la situación. En algunos casos esta pasividad explota en episodios de cólera (enfado, gritos?) que posteriormente provocan nuevos e intensos sentimientos de culpa. Los hijos en este caso se pueden sentir superiores, ya que controlan a sus padres como si fueran marionetas; pero también culpables y en cierta manera desprotegidos por la ausencia de referencias, de límites y de autoridad.
2.- El estilo agresivo o impositivo
El afrontamiento de las situaciones es directo, brusco y poco respetuoso, provocando malestar emocional en los interlocutores y deteriorando la relación con ellos. El lenguaje suele ser impositivo, cargado de órdenes e interrupciones en el discurso de los demás, con elevado volumen de voz, gestos amenazantes y postura corporal tendente a invadir el espacio de la otra persona. La comunicación es unidireccional padres-hijos, y la ausencia de diálogo es la práctica habitual.
Suelen imponer sus criterios sin tener en cuenta la opinión de los hijos. Su discurso está lleno de advertencias, amenazas y obligaciones. Es frecuente la pérdida de control que da lugar a una discusión a gritos o incluso al empleo de la violencia física. Estos padres se sienten desautorizados, ya que solo pueden conseguir el control absoluto de los niños cuando son muy pequeños; pero las discusiones y los conflictos van en aumento a lo largo de los años. Los hijos en este estilo parental se sienten rechazados, humillados y poco valorados. Son niños inhibidos, resentidos y hostiles. En la adolescencia surge el deseo de transgredir las normas como forma de desafiar una autoridad que consideran injusta.
3.- Estilo asertivo o dialogante
Implica expresar lo que se quiere, lo que se desea, y lo que se espera del otro, de modo directo, claro y respetuoso. Cuando utilizamos este estilo de comunicación con nuestros hijos y les hacemos partícipes de lo que pensamos, de cómo nos sentimos, o de cómo nos gustaría que se comportaran, de un modo claro y respetuoso, estamos contribuyendo a mejorar su autoconcepto, a elevar su autoestima y a establecer una relación más cercana con ellos. La comunicación es abierta y bidireccional padres/hijos, con frecuentes negociaciones y consecución de acuerdos. En las relaciones asertivas existe un diálogo fluido, una permanente comunicación bidireccional entre padres e hijos. Se reconocen tanto los derechos como los deberes de todos los miembros de la familia. Las ideas se defienden, las opiniones se razonan y las normas se argumentan sin necesidad de recurrir a los gritos ni a la pérdida de control. Los padres en este estilo educativo se sienten satisfechos, relajados y con auto-control. No imponen sus criterios de forma autoritaria, pero son ellos los que mandan y los que establecen los límites. Los padres tienen en cuenta la opinión de los hijos, peros ellos deciden. A su vez, en este modelo, los hijos se sienten apreciados, valorados y respetados. Son niños con una adecuada autoestima, equilibrados y estables emocionalmente que a su vez son capaces de establecer relaciones sociales positivas y enriquecedoras.
Expresiones típicas y mensajes enviados
Desesperación y derrotismo: "Estoy harto", "Tu habitación está hecha una pocilga", "Te he dicho mil veces que la recojas", "Mira, haz lo que te dé la gana. Yo ya paso". Son expresiones que por lo general se repiten una y otra vez y se quedan en un simple desahogo sin introducir propuestas ni soluciones. Ante estas reacciones, los niños saben que las cosas van a seguir como están, solo deben esperar a que pase el chaparrón.
Desautorización: "Tu padre es un desgraciado, ni siquiera te ha llamado por tu cumpleaños". "Este profesor te tiene manía". "A ver cómo lo arreglas tú, que eres su padre y te crees tan listo". Desautorizar a uno de los progenitores o a un docente es un error, es una manera de sacarle referentes al menor y de hacerlo sentirse desorientado en el ambiente familiar o escolar.
Exageración: "Perfecto". "Qué bien lo haces todo". "Eres el mejor". Estas expresiones se pueden utilizar con la intención de dar ánimos, pero es mejor concretar lo que hace bien y evitar fomentar la competitividad.
Generalización: "Nunca nos obedeces, siempre nos llevas la contraria". No puede ser verdad que nunca obedezca ni que haga siempre todo mal. Es mejor reconocer lo que hace bien y concretarle lo que puede hacer mejor.
Expectativas negativas: "Vas a suspender". "El día de mañana vas a ser un inútil". El peso de la expectativa del fracaso puede terminar en desmotivación. Y las frases proféticas suelen quedar grabadas en la mente y pasar a formar parte del autoconcepto. Es mejor formular estas ideas en positivo: "Si te esfuerzas conseguirás aprobar todo".
Etiquetas: "Eres malo". "Qué maleducado eres". Son frases en las que se utiliza el verbo "ser" para calificar. En estos casos se transmite el mensaje de que el problema es algo inevitable, sin posibilidad de cambio. La diferencia entre decir "eres malo" y "te estás portando mal" es evidente.
La comunicación verbal nunca debe ser interpretada fuera de contexto (sin tener en cuenta la información no verbal, el tono de voz, la situación) pero estos ejemplos pueden servir para reflexionar sobre el poder de las palabras y para reflexionar sobre las ventajas de utilizar el estilo asertivo o dialogante con nuestros hijos.
BIBLIOGRAFÍA
Comunicación. Guía para familias". Servicio de Orientación Instituto de Salud (Madrid). "Programa Prensa-Escuela.-La voz de Galicia. Relación entre padres e hijos.
Escuela de Padres Colegio Europeo Almazán. "Comunicación eficaz con los hijos". Departamento de Orientación Psicopedagógica
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